LAS ACADEMIAS Y LA
INVESTIGACIÓN
(Conferencia presentada en la Real Academia Nacional de Farmacia de Madrid en Septiembre de 2012)
(Conferencia presentada en la Real Academia Nacional de Farmacia de Madrid en Septiembre de 2012)
Dr. Oriol Valls
Excma. Sra. Presidente de la Real Academia Nacional de Farmacia.
Excmo. Sr Presidente de la Real Academia de Farmacia de Cataluña.
Muy Ilustres Sras. y Sres. Académicos.
Señoras y señores
Voy a hablarles de investigación en farmacia y sobre el papel de las
academias de farmacia en esta investigación. Pero en lugar de apabullarles con
datos y cifras sobre la investigación farmacéutica española y mundial, que se
pueden encontrar en cualquier base de datos o página web de internet, con mucha
mayor precisión de lo podamos hacerlo hoy aquí, me gustaría hacer algunas
reflexiones sobre la actual situación y la necesidad de la investigación en el
mundo farmacéutico, así cómo las academias colaboran en esta investigación.
Por ello limitaré mi intervención a formular una serie de preguntas
seguidas de unos breves apuntes de mi opinión personal sobre cada una de ellas,
basadas en mi experiencia de casi 50 años en este campo de la investigación.
La primera pregunta que me gustaría formular hoy es la siguiente:
¿Es absolutamente necesaria la
investigación en nuestro entorno farmacéutico? O ¿Sería suficiente adaptar a
nuestro país los inventos que proceden de allende de nuestras fronteras, es
decir, vamos a ser prácticos y digamos como Miguel Unamuno “Que inventen
ellos”?
La respuesta no es tan obvia como puede parecer a simple vista. Con una
simple visión economicista, siguiendo los vientos que corren ahora en tiempos
de crisis, es fácil ver que, en el actual contexto de globalización mundial y
con la facilidad de comunicación que existe entre puntos alejados de nuestro
planeta, resulta más rentable realizar la investigación en grandes centros,
dotados de extraordinarios medios y con personal altamente cualificado, que diseminar
esfuerzos en múltiples pequeños departamentos y laboratorios, repartidos en
miles de pequeñas comunidades y dotados de recursos materiales y humanos
mínimos.
Esta afirmación, absolutamente válida según mi modesto entender, en otros
temas como son la administración de recursos alimenticios o la producción de
bienes de consumo de alto coste, choca, en el caso de la investigación, con la
realidad cotidiana.
Frecuentemente observamos que, en un modesto laboratorio de una recóndita
facultad universitaria, de una pequeña ciudad provinciana, se desarrolla un
nuevo producto o una nueva tecnología que acaba teniendo un gran interés en el
entorno donde se ha producido el invento y, si la persona o el equipo que lo ha
desarrollado tiene suficiente iniciativa y capacidad para dar difusión al
invento, puede incluso llegar a alcanzar interés mundial.
Éste hecho, que puede contrastar con la teoría puramente económica antes
citada, reside en que la investigación científica es una creación humana y en
que es más arte que técnica, por lo que, como tal hecho artístico, requiere que
existan simultáneamente tres premisas, a saber, buena preparación del
artista-investigador, conocimiento en profundidad del objetivo a alcanzar y de
las dificultades para alcanzarlo y, sobre todo ilusión por la empresa-aventura
que implica llevar adelante el proyecto investigador .
Este sistema de producción investigadora, casi individualizada, o en
pequeños laboratorios, no está reñido, en absoluto, a la participación y
colaboración con otros grupos que trabajen en temas afines, para intentar
desarrollar un gran proyecto, incluso a nivel mundial. Por otro lado, con la
facilidad que existe hoy día de comunicación y desplazamiento del personal, le
resulta fácil a cualquier investigador requerir la colaboración de un gran
centro de investigación, dotado de la tecnología adecuada, para que colabore en
la resolución de algún problema concreto que surja durante el desarrollo del
proyecto investigador.
Vamos a formular una nueva pregunta:
¿Qué clases, formas o tipos de
investigación hay?
La investigación tiene muchas variantes. Se habla de investigación pura y
aplicada, división que no siempre está clara. La investigación pura sienta las
bases de la aplicada y en muchos casos mientras se está realizando
investigación pura se producen descubrimientos de un interés práctico
fundamental. Seguramente Fleming estaba realizando investigación pura cuando
descubrió casualmente la penicilina y sentó las bases de la farmacoterapia
actual.
A mí me gustaría hacer otro tipo de clasificación de la investigación en
función de su objetivo: la vocacional, la coyuntural y la funcional, aunque en
muchos casos se den situaciones intermedias. La vocacional es aquella que se
realiza con la única finalidad de conseguir avanzar la ciencia, la satisfacción
que produce la obtención del resultado o la ilusión de buscar y hallar. Este
tipo de investigación es el menos frecuente pero conocemos casos de jubilados
con buen estatus económico que dedican su tiempo a la investigación, profesores
que han llegado al cenit profesional que encuentran su razón de ser y estímulo
en obtener buenos resultados en sus investigaciones y, en otro extremo están
los becarios, sin ninguna posibilidad de promoción que buscan en su trabajo de
investigador únicamente la satisfacción de la Ciencia por la ciencia.
Mucho más frecuente es la que denomino “conyuntural”, suele realizarse en
centros públicos (universidades, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, hospitales, etc.) Se realiza primordialmente para conseguir la
promoción personal, mejorar la categoría profesional, sueldo, etc. La finalidad
de la investigación no es ya la satisfacción en si misma sino que se trata de
conseguir el máximo número de publicaciones (los llamados “papers”), si puede
ser en revistas de alto índice de impacto. Si no se puede publicar rápidamente
la investigación no tienen mayor interés.
Aunque este estilo de investigación pueda parecer poco romántico es el que
suele dar mejores resultados. Aparte de ello, el investigador, a la larga, suele
ilusionarse con el proyecto investigador de tal forma que llega a considerarlo
como algo propio, algo que ha contribuido a crear y se sienta como un
investigador vocacional.
El tercer tipo, que yo llamo “funcional” es propio de la empresa privada. Muy
importante en la industria farmacéutica. El objetivo está claramente definido
desde el principio. Debe conseguirse un invento original, que sea rentable, con
el menor coste posible y a la mayor brevedad posible. Estos condicionamientos
no son óbice para que se hayan conseguido un gran número de inventos, sobre
todo en el campo del medicamento.
Las empresas industriales saben que invirtiendo grandes sumas de dinero en
investigación podrán lanzar productos más novedosos al mercado y, con ello
incrementar el desarrollo de la empresa y conseguir nuevos beneficios. Es vital
para la supervivencia de la empresa. Los resultados no se publicarán hasta que
se haya terminado todo el proceso y se haya sacado el producto al mercado, y se
publicará únicamente aquello que convenga para la mejor promoción del producto.
En las prisas, antes citadas, reside el peligro de este tipo de
investigación. En algunas ocasiones y en otros tiempos, se han lanzado
productos al mercado, no suficientemente experimentados, como el desgraciado
caso de la Talidomida o, más recientemente, el de algunos inhibidores
selectivos de la ciclooxigenasa COX-2.
Quisiera que en esta visión del panorama de los tres tipos de investigación
no se viera ningún tipo de crítica. En mi vida profesional he practicado los
tres tipos y, en este momento no sabría decir cual de los tres es el mejor.
Inmediatamente surge una pregunta consecuencia de la anterior:
¿ Dónde es preferible realizar
la investigación? ¿En centros públicos o en privados?
Evidentemente, y tal como hemos apuntado, existen argumentos para defender
ambas posibilidades. Las empresas son quienes, en primera instancia, se van a
beneficiar de la investigación, desarrollo e innovación (I+D+I). La inversión
en recursos materiales y humanos destinados a la investigación se pueden
traducir en resultados económicos, aunque, en este caso, el riesgo de la
aventura en I+D+I es mucho mayor que en otras actividades empresariales. Aquí,
el resultado de una alta inversión puede fácilmente convertirse en nada, como
por desgracia ocurre con excesiva frecuencia. En I+D+I no son válidas las
reglas de mercado. Es como hemos dicho una aventura.
La investigación es un arte muy costoso que puede producir a una obra
genial, de alto valor, o puede conducir a un rotundo fracaso con pérdida de la
inversión realizada. Solo las empresas con alta visión de futuro y con
directivos muy ilusionados con el quehacer empresarial, son capaces de invertir
en la aventura de la investigación. A esto se añade el poco valor que las
administraciones dan al producto innovador en un entorno excesivamente
economicista apostando por el medicamento genérico que no es más que una simple
copia, que se aprovecha del trabajo investigador realizado por otros cuya
patenta ya ha caducado.
Afortunadamente el sector de la industria farmacéutica sigue siendo de los
más creativos y de los que más invierten en I+D+I. El 90 % de los medicamentos
que se utilizan en la terapéutica actual, han sido descubiertos por la
industria privada
La investigación farmacéutica, sin embargo, no está exenta de dificultades.
Los cambios producidos en los ámbitos socio-económicos y científicos durante
los últimos 30 años han representado un enorme incremento sobre las cargas que
pesan sobre la investigación de nuevas moléculas con actividad farmacológica, a
la vez que la progresiva presión sobre los precios de venta de los medicamentos
limita el margen de las compañías farmacéuticas para financiar la
investigación. Además la tendencia de los últimos años de un crecimiento
negativo de las ventas, motivado en gran parte por decisiones gubernamentales,
no permite compensar el incremento del gasto en I+D+I que ha tenido lugar.
Actualmente, en nuestro país, sintetizar y lanzar al mercado una nueva
molécula representa más de 5 años de trabajo con una inversión mínima de
300.000 ó 500.000 € y a veces mucho más.
Estos altos costes se deben a las exigencias cada vez mayores para
demostrar la eficacia y sobre todo la inocuidad y la seguridad en las fases de
investigación preclínica y clínica, que debe llevarse a cabo en varios países y
varios continentes; a la necesidad de personal multidisciplinar y cada vez más
cualificado y especializado; y a la introducción de normas estandarizadas de
trabajo cada vez más estrictas (Buenas prácticas de Fabricación, Buenas
Prácticas de Laboratorio, Buenas Prácticas Clínicas; Normas ISO 2000, etc.).
En otro lado están los centros públicos: Universidades, Departamentos del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centros sanitarios públicos,
etc. Dotados de importantes recursos humanos y variables recursos materiales,
en los que la investigación adquiere una dimensión distinta. Aquí, como se ha
dicho antes, no se busca directamente el resultado económico, ni el desarrollo
empresarial, si no que la investigación en sí y la promoción personal constituyen
su razón de ser.
Por otro lado, los centros públicos deben investigar porque la sociedad se
lo demanda, porque el pueblo, a través de sus organismos dirigentes, invierte
recursos procedentes de sus impuestos para que, en parte o totalmente, según el
caso se dediquen a esta labor investigadora.
Como ya hemos comentado al hablar de los tipos de investigación, las
motivaciones del personal adscrito a estos centros son muy distintas del caso
de las empresas privadas. El ritmo de
trabajo es mucho más tranquilo y no hay que alcanzar objetivos a tan corto
plazo. Esto hace que, a pesar de la atención que, en estos tiempos de crisis, aún
siguen prestando los organismos oficiales a la investigación pública, los
resultados no sean tan espectaculares como los obtenidos por las empresas
privadas en el campo del medicamento.
En los últimos años, las administraciones están realizando un importante
esfuerzo para minimizar la disyuntiva, investigación pública versus
investigación privada. Las empresas necesitan para crecer, e incluso para
sobrevivir, lanzar frecuentemente nuevos productos al mercado, aplicar nuevas
tecnologías y, en definitiva, innovar. Pero las empresas de tamaño pequeño e,
incluso mediano, difícilmente pueden dedicar recursos de forma permanente para
desarrollar productos de I+D+I.
Por otro lado la Universidad y los organismos públicos, en general,
disponen de pocos recursos económicos para llevar a buen fin sus proyectos y
para ir mejorando la infraestructura de sus laboratorios de investigación.
La solución reside en los proyectos de colaboración industria-universidad.
En ellos las empresas interesadas proponen un proyecto de su interés, que será
desarrollado por el personal investigador de la Universidad y financiado por la
empresa, la cual será la propietaria del resultado del proyecto. El grupo
investigador de la Universidad recibirá un dinero que le permitirá, aparte de
completar el proyecto de investigación propuesto por la empresa, disponer de
recursos para otros proyectos propios y para ir mejorando su infraestructura. Además,
a los investigadores les permite, también, mejorar su curriculum.
Los elevados costes que representa la investigación, sea en el ámbito
público o en el privado, repercuten de manera directa o indirecta en los
precios de los medicamentos. Esto nos lleva al siempre problemático dilema de
si los medicamentos son caros o baratos.
Desde hace algunos años algunos economistas han empezado a profundizar
sobre el tema, creándose lo que se ha dado en llamar “farmacoeconomía”. Se ha
empezado a exigir que los medicamentos sean no solo eficaces y seguros, si no
que demuestren ser una buena inversión para la salud, ya sea desde el punto de
vista coste/efectividad, o coste/calidad de vida, sobre todo comparándolos a
otros medicamentos existentes. La sociedad exige que un medicamento no
solamente cure las enfermedades, sino que lo haga a un precio razonable. Éste
es precisamente el gran reto de la investigación en nuevos medicamentos (bueno,
bonito y barato).
Nos queda una pregunta fundamental para nosotros:
En este contexto ¿Qué papel
tienen las academias de farmacia?
Como hemos dicho, se hace investigación en las Universidades, en los
centros del Consejo de Investigaciones Científicas, en las empresas
innovadoras, en centros hospitalarios, etc.
Pero no en las Academias. ¿Significa esto que las Academias pueden
inhibirse del tema de la investigación? Ciertamente No. Las Academias, y me
centraré en las academias de Farmacia, son promotoras de las Ciencias, en este
caso farmacéuticas. Deben por tanto, por su misma esencia, como promotoras del
conocimiento en el ámbito que les es propio, implicarse en la investigación y
dar difusión a los resultados obtenidos por los investigadores.
¿Deben, según esto, las academias publicar todo lo que se investiga?
Evidentemente, esto, a la par que imposible resulta inútil. El papel de las
academias debe centrarse en recopilar, filtrar y analizar lo que se realiza en
los centros de investigación, seleccionando lo que es realmente interesante y
positivo y separándolo de lo que es poco interesante o repetitivo. Deben además
digerirlo y presentarlo adecuadamente para su divulgación.
Las academias de farmacia disponen de un altísimo potencial humano
especializado en las ciencias farmacéuticas. Muchos de los académicos trabajan
o han trabajado en investigación. Están por lo tanto capacitados para realizar
este filtraje y publicarlo, sea de forma oral, en conferencias o seminarios,
sea de forma escrita en monografías o en las publicaciones regulares de las academias.
Es habitual que diversos profesores universitarios y otros profesionales
investigadores, una vez terminada su vida laboral, sigan en las academias
aportando sus conocimientos y experiencia para realizar, de forma desinteresada,
este trabajo de selección, síntesis y divulgación.
La labor de las academias es pues fundamental para que la sociedad conozca
el trabajo que realizan los investigadores de todo el mundo.
Muchas gracias por su atención
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada